De la curiosidad a la investigación: el valor de la pregunta en la educación
- Pamela Becerra
- 14 oct
- 3 Min. de lectura
Actualizado: 19 nov
En la infancia y la preadolescencia, los niños y niñas comienzan a mirar el mundo con una mezcla de asombro, intuición y creciente cuestionamiento. Los más pequeños exploran desde la curiosidad pura: tocan, observan, prueban, imaginan. Los mayores empiezan a hacerse preguntas más complejas, a dudar, a buscar explicaciones y a querer comprender el porqué de las cosas.
Esa curiosidad, que cambia de forma a medida que crecen, pero nunca desaparece, no es un impulso pasajero: es una fuerza interior que impulsa el aprendizaje auténtico. En Aula Nómada, esa fuerza es el punto de partida de cada experiencia educativa, el motor que guía los proyectos, las preguntas y las exploraciones que dan sentido a su camino.
La curiosidad como motor vital del aprendizaje
Desde la mirada de Lefebre Lever, la educación debe responder al impulso natural de autoformación que habita en cada persona. Su modelo concibe el aprendizaje como un proceso de desarrollo integral en el que el estudiante no solo adquiere conocimientos, sino que construye sentido de sí mismo y del mundo.
En este marco, la curiosidad cumple un rol esencial: es la energía que impulsa el tránsito del asombro hacia la comprensión. Preguntar no es un acto ingenuo, sino un ejercicio de pensamiento crítico, emocional y creativo. Por eso, en Aula Nómada las preguntas de los niños y niñas son el punto de partida de los proyectos, no un desvío del programa.
Del asombro a la investigación: una pedagogía activa y reflexiva
Lefebre Lever plantea que todo aprendizaje significativo nace de la experiencia vivida, de la observación atenta y de la reflexión sobre la realidad. La metodología basada en proyectos que aplicamos en Aula Nómada encarna esa visión: parte de una pregunta genuina, que luego se transforma en una investigación y, finalmente, en una producción creativa o comunicativa.
Por ejemplo, una simple pregunta como “¿Qué historias esconde el viento de Magallanes?” puede derivar en una exploración sobre meteorología, relatos locales, sonido y movimiento. Los estudiantes observan, experimentan, registran y crean. Así, la curiosidad se convierte en motor de conocimiento, y la investigación en un proceso vivencial, corporal y emocional.
El mediador como acompañante del proceso
En el modelo Lefebre Lever, el rol del educador se redefine: deja de ser transmisor para convertirse en acompañante del desarrollo humano. Su tarea no es entregar respuestas, sino crear las condiciones para que el estudiante descubra por sí mismo. Guía el proceso con sensibilidad, ofrece recursos, amplía las preguntas, promueve la reflexión y, sobre todo, confía en la capacidad del niño para aprender a aprender.
En Aula Nómada, este acompañamiento se da desde la escucha, la observación y el vínculo. Cada mediador reconoce los ritmos individuales, promueve la autonomía y ayuda a transformar la curiosidad en una búsqueda consciente y significativa.
La pregunta como camino de autoconocimiento
El modelo Lefebre Lever nos recuerda que todo proceso educativo es también un proceso de individuación: el niño o niña se va conociendo mientras conoce el mundo. Por eso, las preguntas no son solo herramientas cognitivas, sino también puentes hacia la interioridad. Cuando un estudiante pregunta “por qué”, “cómo” o “qué pasaría si”, no solo busca información: está explorando su forma de pensar, de sentir y de relacionarse con la realidad.
Acompañar esas preguntas es, por tanto, acompañar su crecimiento emocional y cognitivo al mismo tiempo, en coherencia con una educación que integra razón, cuerpo, emoción y espíritu.
Aprender con sentido: de la vivencia a la conciencia
Lefebre Lever propone tres ejes esenciales para el aprendizaje: vivenciar, reflexionar y proyectar. En Aula Nómada, esos tres ejes se viven en cada proyecto:
Vivenciar: los niños observan, experimentan, crean, juegan y se vinculan con su entorno.
Reflexionar: analizan lo vivido, identifican lo que descubrieron y elaboran conclusiones colectivas.
Proyectar: transforman lo aprendido en una acción o creación que tiene sentido para ellos y para la comunidad.
De este modo, la pregunta inicial se convierte en un proceso de conocimiento con propósito, donde el saber se construye desde la experiencia, la emoción y la reflexión.
Educar para el asombro y la conciencia
Educar desde la curiosidad es educar desde la confianza en la vida. Es reconocer que cada niño y niña tiene dentro de sí una fuente inagotable de preguntas que, bien acompañadas, pueden transformarse en caminos de investigación, creatividad y desarrollo personal.
En Aula Nómada, esa confianza se traduce en espacios donde el error no se teme, donde el proceso importa más que el resultado, y donde cada pregunta abre una puerta hacia una forma más consciente y sensible de habitar el mundo.
“Desde la curiosidad nace la investigación, y desde la investigación, la conciencia.
Educar, desde la mirada de Lefebre Lever, es acompañar ese tránsito vital donde cada pregunta se vuelve una oportunidad para conocerse y comprender el mundo.”
— Equipo Aula Nómada




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